PORNO FRAGMENTADO (otro porno es posible)

 
foto x roberto gaete


Creo que la figura de la cabrona ha podido devenir quizás a estas nuevas formas de entregar el conocimiento adquirido, las técnicas aprendidas y los códigos necesarios para saber prostituirse en un mundo que desea a las putas, pero también las odia. Distintas colegas hemos estado haciendo talleres donde lo que ofrecemos son estos conocimientos y técnicas aprendidas cada una en las experiencias de nuestro trabajo sexual. Muchas hemos ya iniciado a nuestras “chiquillas”, como nos llamaba una de las cabronas que tuve. 

Una vieja travesti que le caían mal los gays “por eso pa mi tu erí puta, no puto”. Pero cuando se trataba de negocios y tenía que hablarle de mí a algún posible cliente, les decía que yo era bien varoncito, que no me gustaba vestirme de mujer. Les mentía. Porque ella y yo sabíamos que mejor tenía que fingir de “varoncito” y travestirme de “pendejo machito” para tener más clientela. Muchos clientes me echaban o se iban a penas me miraban un rato. “No te veías tan amanerado en tus fotos”. No bastaba con ser bonita, había que ser varoncito, machito, piolita, discreto, “ojala que parezca hetero”. 

Con mi cabrona travesti aprendí a travestirme de “varoncito en venta”. Porque también fue la época de mi intento de prostituirme en la calle con las travestis de la casa-burdel que eran mis mejores amigas de ese prostíbulo. 2 veces salimos en manada de travestis. Era verano y el prostíbulo estaba en viña. Nos íbamos a mostrar a las noches de Reñaca. Fui muy tímida, pero nos fuimos una noche con 2 cordobeses al depto.-burdel. Mis amigas lo penetraban en 4 a los 2 y yo me masturbaba mirando. Fue el trato. Ellos no querían que yo participara. Pero mis amigas me pusieron como condición para culiarselos, si no, tenían que irse sin si quiera un besito. 

Prefirieron explotarme un look de putito varonil. Depilarme era tortuoso pero de a poco fui dejando de hacerlo. La moda de las barbas y la vellosidad, esa neomasculinidad con aceites fragantes, en cierta forma, me ayudo a superar mi “trauma” con mi pelaje. Me había iniciado el mariconeo en un contexto que aun el porno gringo (el porno que alimenta el imaginario sexual gay chileno) solo ofrecía al twink pasivo lampiño. 

Antes de empezar a depilarme perdí varias citas por tener el culo peludo. Para una hambrienta sexual como yo no pueden existir límites que frustren mi lujuria. Decidí depilarme más por “complacer” esa fantasía de “twink lampiño pasivo” que por el intento de puta travesti que quise alguna vez en Viña del Mar. 

Tiempo después de Viña del Mar me sentí como una feminista de los 70 reivindicando mi pelaje; las fotos con la axila peluda como un gesto contestatario. Así me sentí en muchas selfies, al fin completamente peluda. El fetiche del cuerpo velludo me ayudó bastante a tomármelo con más relajo. 

Quizás no para todxs sea igual, pero para mí no poder nutrir una sexualidad promiscua e inacabable es motivo de angustia y “depresión”. Primero el sexo, luego el amor, creo. 

 Ya no es curioso el cuerpo peludo como cuerpo de deseo. Los pelajes erotizados. Amo cuando muerden mis pelos. Cuando me chupan y entre las hileras de saliva con los dientes me tiran mis pelos. Y se tragan todo el oxígeno tibio de mi vellosidad morena. 

A veces pienso en porno fragmentado. Dejar de lado por un rato, solo por un rato, a modo experimental, no “refundante”. Pero hacer porno fragmentado porque, al final y al cabo, la pornografía siempre ha carecido de historias y relatos interesantes de ver. No hablo de cine arte erótico ni de posporno, hablo de porno fragmentado. 

Los fetiches son fragmentos de nuestro porno interior. Morder los pelos de una pelvis peluda y sudorosa, hedionda de tanto pelaje húmedo y la saliva y los dientes del que adora esos pelos. 

 En un close-up extenso, solo ese deseo, la respiración profunda y la baba de la boca que casi quiere arrancar los pelos del pubis como si se arrancara el pasto de la tierra. Y listo. Corte. Luego otro fragmento. 

 A mí me pasa que hay fragmentos de los cuerpos en ciertos momentos del sexo que me prenden mucho. Adoro las manos de brazos venosas cuando me culean en cuatro y me agarran de las caderas y en mi cuerpo muy delgado y pequeño ciertas manos se ven eróticamente amenazantes. Ese fragmento me ha hecho eyacular cuando ya no hay otros estímulos (visuales) que me provoquen el “estallido lactoso”. Y es que también soy muy visual a la hora de culiar. No solamente visual. Pero las imágenes, esos fragmentos observables, me estimulan mucho más que una violenta penetración rectal (a pesar de lo mucho que me gustan esas penetraciones dolorosas). 

Involucrarse en la producción de material pornográfico no debería significar reproducir los cánones de producción de la multimillonaria industria del porno. Trabajar con los imaginarios sexuales en formato audiovisual también es desobedecer esos cánones de la industria y desviar de alguna forma ese relato lineal y ya trazado de lo que significaría un video xxx.




captura de pantalla de video xxx "herramienta erotizada"


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